“Levanté la vista. Hacía rato que las nubes cubrían el cielo y el círculo opaco que se translucía del sol no llegaba a iluminar ni a calentarme la cara. ¿Cuándo? La pregunta se precipitó sola desde algún lugar del cuerpo, hasta convertirse en un aliento caliente apenas audible debajo del cuello del polar. ¿Cuándo decidimos que Fernando no se operara? El resto de las palabras llegaron junto con el frío que se materializaba en diminutos puntos de hielo sobre el cierre de la bota. Tal vez desconociera el lugar del que surgía mi voz, pero sabía de qué hablaba”.
El silencio crece, a medida que nos introducimos en las páginas de esta novela de Tamara Till. El silencio crece y abruma porque hay un episodio no resuelto en la vida de la pareja protagonista; dos argentinos que se exilian voluntariamente en Canadá. Una y otra vez aparece una pregunta sin respuesta: “¿Cuándo decidimos que Fernando no se operara?”. Tenemos la sensación, como lectores, de que esa intervención quirúrgica hubiese dado paso a que todo sea de otra manera, y que la clausura de esa posibilidad los aleja y los deja sin palabras. Pero no sabremos de la boca de sus personajes qué se negaron a sí mismos, solo podemos intuir un hijo, una hija. Quizás algo más.
“Trabajé con mucha sutileza el lenguaje para dar cuenta de la no-palabra, el decir sin decir”, explica Tamara, la autora. Entre los protagonistas de Quebec hay distancia, frío y noches largas sin magia, tanto como en la geografía y el clima de la ciudad en la que se instalan. En ese paisaje, es mejor quedarse adentro. Pero,¿qué pasa cuando el adentro es parecido al afuera?
La autora de este texto, publicado por Editorial Conejos, va tejiendo la trama a partir de las acciones de sus personajes: ella se resiste a aprender la lengua, se aísla de las conversaciones, camina y se entierra en la nieve, siente la humedad subiendo desde sus pies para mantener una incomodidad que en Buenos Aires no sentiría y que le recuerda su extranjería. Solo se vincula con otro personaje que no encaja en Quebec, Liu, una empleada de un sitio de comida china. Las dos intentan comunicarse con gestos y acompañarse en esos minutos de intercambio clienta-vendedora. En cambio,él trabaja muchas horas, busca relacionarse y se incorpora casi de lleno a las nuevas costumbres. La grieta estaba abierta y se ensancha con pequeños gestos. Tamara Till trabaja su escritura en Quebec con la solidez de lo artesanal: construye un vínculo ganado por un silencio tan espeso que no podrá ser despejado y pone de relieve la inquietud que genera lo inalterable.