Natalia Crespo: “La discriminación está más en la indiferencia que en la ironía”

*Por Mariana Collante

«Con perdón de la palabra» de Natalia Crespo, publicado por la editorial Obloshka es, sin duda, uno de los mejores libros de este 2019 a punto de finalizar. Su autora lo describe como una parodia de la novela picaresca del siglo XVI en tiempos de meritocracia y cuerpos que no cumplen la norma y se rebelan.

«Muñón, el pensador», el protagonista de «Con perdón de la palabra» de Natalia Crespo, nació sin pies en una familia muy pobre  y escribe su vida en una carta dirigida a una jueza para que le conceda la libertad. El personaje está detenido, escribe para no volverse loco, para que su «garganta no se inunde de ladrillos». Él es culto, irónico, lumpen, incorrecto para lo que se espera de un «discapacitado». Tampoco es benévola la representación que la novela hace de las instituciones que trabajan en el tema discapacidad: escuelas especiales, iglesia, poder judicial. Es inevitable pensar, al devenir de la trama, como las condiciones en las que nacemos determinan nuestras posibilidades futuras. «Con perdón de la palabra” elude todos los lugares comunes, tiene muchísimo humor, y hace un gesto político al poner en primer plano la voz de una persona con discapacidad interpelando al poder, a los discursos establecidos en torno a la pobreza, la piedad, y a lo que entendemos por sexualidad.

Dialogamos con Natalia Crespo para conocer aspectos de la construcción de la trama, de los personajes, y de los temas que desbordan el texto.

La García (LG): La novela comienza con la presentación de ‘Muñón, el pensador’ ante la jueza. Al hacerlo Muñón se burla de cómo Dios lo ha creado a él, y a partir de ahí la burla amarga es contra casi todo.
– Natalia Crespo (NC) «El protagonista es muy irónico, es un ateo recalcitrante, mantiene una mirada ácida y descreída hacia todo el mundo. Es un tipo deforme que nació sin pies, que está en una silla de ruedas, que tiene un montón de miserias, y de ‘fallas’ respecto a los mandatos sociales. Con respecto a Dios, dice: fui creado en las bocanadas del porro que se fuma Dios. En realidad esa ironía viene por el lado de la picaresca. Toda la novela es una parodia de las novelas picarescas. Este subgénero del siglo XVI tiene una pretensión moralizante fallida, es decir, la novela picaresca es como una especie de exacerbación de las novelas moralizantes, establecen lo que ‘no hay que hacer’. Y en la picaresca la narración es antiheroica, opuesta a las novelas de amor cortés, las historias de santos, las novelas de caballería. La picaresca surge como un chivo expiatorio, un respiro, ‘vamos a contar lo que no se debe hacer’, pero en ese relato de lo que no se debe hacer lo delicioso es todo lo que pasa cuando desbarrancamos, entonces la invocación que Muñón hace a Dios es desafiante y marca una postura: en vez de tratar de ser un ejemplo, hago la mía.

LG: Hay que señalar que Muñón tiene una educación religiosa, y de amor hacia los libros.
– NC: Sí, hay una contradicción. Su vínculo con el cura encargado de la biblioteca es de amistad, de una especie de homoerotismo consentido. Muñón es un personaje tan carenciado de afecto que ve en el cura a su referente intelectual, su proveedor de literatura, y de cariño.

LG: Este punto en la novela, como otros, desafían la corrección política.
– NC: Sí, pero la corrección política es un atentado contra la creatividad del autor, y las posibilidades del lector. A mí me sorprendió empezar a ver, hace algunos años, concursos literarios en los que se establece una cláusula que dice que los textos no pueden ofender cuestiones de género, de raza, de edad. Bueno, entonces me tengo que plantar a narrar desde un lugar muy controlado, muy disciplinado. ¿Y qué es ofender? ¿Y para quién es la potencial ofensa? Esta cosa moralizante es la contracara de épocas con tantas consignas, y debemos prestar atención para no decir solamente ‘lo correcto’. El arte es inherentemente transgresor, me parece que la corrección política es una constricción de la libertad del artista.

“Todo se me hacía espeso ese lunes, todo era la espera de aquello por llegar, todo minuto era la demora de lo soñado, el dolor de lo no tenido, la intemperie no respirada» “Podría convencerme de que elijo, de que mis días son diferentes porque hoy el árbol de este jardín tiene una hoja menos que ayer. La vida cotidiana, adentro y afuera, al final podría no ser más que eso, una negociación constante entre lo idéntico y su pequeña variación.”

Fragmentos de ‘Con perdón de la palabra’

LG: El protagonista de la novela es una persona con discapacidad viviendo en la extrema pobreza. Otros dos temas que son bastante evitados.

– NC: Yo disfruté muchísimo la escritura de la novela. Y sí, en un momento pensé que podían malinterpretarla. Sin embargo, creo que la indiferencia es más discriminatoria que la ironía. La ironía en mi novela no está exenta de ternura, Muñón es un pícaro, un irreverente, un provocador.

LG: Pero muchas «malas actitudes» de Muñon nacen de la necesidad de sobrevivir.
– NC: Sí, sí. Recuerdo que después de terminar la novela, vi un documental sobre personas enanas. Les preguntaban qué es lo que más les afectaba cuando se relacionaban en el espacio público, y respondían que lo peor era que en la calle no los miraban. Y esa falta es por temor a que juzguen alguna mirada como peyorativa. Yo creo que hay que reconocer esas diferencias, poder nombrarlas, para poder convivir. Somos un compendio de diferencias.

LG: La escuela especial donde se desarrolla parte importante de la novela también recibe una mirada crítica. Hay una sobreactuación de la piedad, de la compasión.
– NC: Sí, a pesar de la sátira que hago en la novela defiendo la labor de esa gente, quizás lo que habría que habilitar es una mirada diferente sobra cada persona con discapacidad. A veces se pueden integrar perfectamente a una escuela ‘normal’, mediante las maestras integradoras, y otras veces no, la pasan muy mal. Es muy doloroso tener un familiar con discapacidad, por eso cada historia merece ser considerada individualmente. Hay una tarea ahí, como tantas otras que tenemos. En general hay un disvalor en todas las personas que no están dentro del sistema productivo; los viejos, los niños, los discapacitados.

LG: ¿Cómo construiste la escena erótica entre Muñón, y María Estefanía, su compañera cuadripléjica?
-NC: A las personas con discapacidad se los infantiliza, y sí, eso viene de la iglesia católica. Lo digo sin desmerecer la labor que hace. Pero entre todas las necesidades que tiene una persona con discapacidad, una es la sexual, por eso me pareció muy reivindicativo y placentero escribir esa escena. Además, me resultaba paradójicamente más fácil contar una relación erótica en la que los protagonistas tuvieran la movilidad reducida. En las relaciones sexuales ‘habituales’ es posible caer en lo burdo, o en lo ya dicho. Por el contrario, entre Muñón y María Estefanía el botón desabrochado de la camisa, un dedo tocando un ombligo pueden ser eróticos, una revelación. En definitiva lo erótico es un efecto del lenguaje, de cómo está contado.