VIVIR MEJOR es un libro para público general que nos invita a pensarnos en las distintas áreas de nuestra vida: el amor, el trabajo, los hijos, las redes sociales y la vida después de la vida. Además, es un compendio de ideas útiles, prácticas, consejos sobre los aspectos cruciales de la vida.
Martín Alomo, psicoanalista. Doctor en Psicología, Magíster en Psicoanálisis, Especialista en Metodología de la Investigación, docente e investigador de la Universidad de Buenos Aires. Recientemente ha publicado Vivir mejor. Un desafío cotidiano (Paidós 2021).
En palabras del autor, quien escribió una reflexión en base a las redes sociales.
La intimidad como espectáculo
Martín Alomo
La intimidad como espectáculo es el título de un libro genial de Paula Sibilia, una talentosa antropóloga argentina que hace años trabaja en Brasil y que investiga el tema redes. Me encantaría que ese título fuera mío, pero es de Paula. Creo que en este momento ilustra muy bien la situación mostrada por los medios de comunicación definitivamente alterados por las denominadas “redes sociales”.
Creo que el título de Paula es tan potente como El mundo como voluntad y representación, de Schopenhauer, o La sociedad del espectáculo, de Guy de Bord. En la década de 1970, en Buenos Aires, Alberto Migré nos presentaba telenovelas de amor en las que por lo general el muchachito y la muchachita sorteaban sus vicisitudes, entre las más duras, la presencia de las arpías y los gavilanes de turno, por supuesto. Lo llamativo de nuestros días es que los protagonistas de los culebrones mediáticos coinciden en su imagen y en sus nombres y apellidos con los atributos de las personas que viven fuera de las pantallas. O dicho de otro modo, la mediática esposa y madre de los hijos de un futbolista muy exitoso, ambos ricos y famosos, no solo son los protagonistas del culebrón seguido por millones de espectadores y cubierto por programas faranduleros y hasta por noticieros centrales, sino que además son ellos mismos.
En este punto, sobre la cuestión de la mismidad -o el problema de la autenticidad- se impone un respetuoso silencio. No solo por respeto a los protagonistas, sino a la idea que podríamos hacernos de autenticidad. ¿Qué quiere decir “ser auténticos”? ¿Acaso tramitar la vida íntima por las vidrieras de las redes “sociales” tilda de inautenticidad a los implicados? En todo caso, solo me interesa dejar planteada la pregunta.
En cambio, querría explayarme un poco sobre las narrativas autobiográficas inherentes a las redes. Supuestamente, en tiempo real, los seguidores de Instagram han asistido a una serie de avatares autobiográficos de la pareja aludida en el párrafo anterior. Eso significa lo siguiente: autor, narrador y protagonista coinciden en la misma persona. He aquí una de las particularidades de la narrativa de redes lúcidamente detectada por Sibilia en el libro del cual aquí tomo prestado el título. Creo que ni siquiera Alberto Migré, maestro de las telenovelas populares, conocedor del gusto del público argentino, se hubiera imaginado el impacto mediático que podría tener el hecho de que los personajes románticos además de habitar la ficción tuvieran sede localizable fuera de ella, con ciudad y código postal verídicos.
“Fuera de ella” lo escribo en cursivas justamente para ponerle la lupa. ¿Podríamos decir que estos personajes que además son los autores de sus redes sociales, a través de las cuales incluso interactúan en una especie de second life acaso tanto o más pregnante que la primera, cuando están en sus vidas off line están fuera de la ficción? O dicho de otra manera, ¿la ficción se circunscribe solo a la red social? Otra pregunta que dejo planteada.
Respecto de este último interrogante que también queda abierto, sin embargo quiero decir algo más, algunas líneas para comentarles mi opinión, que tal vez nos permita extraer algunas ideas para continuar pensando el problema. Sí, el problema: considero que esta situación de actualidad nos invita a plantear un problema filosófico que, como tal, merece ser pensado. Mi idea se resume en una frase de doble entrada (escribo el título y después lo comento): no hay un más allá de la ficción o, lo que es lo mismo, todo es ficción. Paso a explicarme.
Una noticia compartida, comunicada por cualquier medio, por ejemplo una epístola manuscrita enviada por correo postal, puede vehiculizar información errónea, una fake news diríamos en la jerga de hoy. No por falsario el contenido significante de lo escrito pierde eficacia simbólica. García Márquez caracteriza muy bien este punto en su relato “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, hecho lamentablemente contrastable en las corridas cambiarias suscitadas por los agoreros de turno, que incitan a la población a producirla. Con esto, lo que señalo es simplemente que la ficción, el relato como tal que si funciona, es decir si tiene un sentido, es justamente porque tiene estructura de ficción, tiene efectos en lo real. Todo es ficción, el otro polo de mi frase tautológica, alude al mismo punto: para que algo de lo real sea tocado, necesariamente se opera bajo la égida del sentido. La verosimilitud y la correspondencia punto por punto entre las palabras y las cosas no son requeridas para que el relato tenga efectos concretos sobre lo real. Esto es algo sobre lo que los psicoanalistas podríamos explayarnos largamente.
En una lógica moebiana -como los dibujos de Escher- donde la intimidad y el espectáculo diluyen sus límites, las historias de amor que hoy en día suscitan el interés de las masas -sucedáneas de las telenovelas de antaño- transcurren en las redes “sociales” que le dan a este término el tono de “página de sociales” de los diarios otras épocas, aunque más bien parecen relevar la esencia de las denominadas “revistas del corazón”. Esas que tal vez se llamen así porque ilusionan el corazoncito de la gente de a pie al calor de venturas y desventuras exclusivas y millonarias, algunas veces monárquicas, a las que probablemente nunca tendrán acceso. Esto también es ficción, por supuesto.