“Papá debe intereses. Quinientos y pico de pesos. Una hoja llena de números apretados. Entró a la noche, por fax, mientras dormíamos. Pienso en la enfermedad de papá, haciendo estragos de noche, desconectando cables acá y allá. Celina es como una enfermedad, y creo que por eso decidimos no pagar los intereses. Al día de hoy, no los pagamos, y supongo que seguirán corriendo y acumulándose en algún lugar del éter de la misma forma que a papá, bajo tierra, le debe seguir creciendo el pelo y las uñas. Algún día prescribirán. Y algún día terminará la tristeza. Porque quedó lo que quedó“.
“Nos encontrábamos en el silencio”, dice Enrique Decarli, autor de Flipper, al hablar de la relación con su padre. Explica que entre ellos había una distancia generada por ser -los dos- personas introvertidas. La escritura zanjó esa distancia al crear un texto desde lo innombrable: ser testigo del proceso de enfermedad y muerte del padre. Al tiempo que el cuerpo es tomado por los síntomas, por las intervenciones y reglas médicas, el narrador va capturando recuerdos, frases cotidianas, sentimientos obturados para re-construir lo propio. Y eso es lo que cuenta con total eficacia esta pequeña novela -por su cantidad de páginas, no supera las 60- publicada en 2016 por Paisanita Editora.
Habían pasado doce años desde la muerte del padre de Enrique, el autor, y, luego de una mudanza, encontró una serie de cartas y tarjetas de cumpleaños que había intercambiado con su padre. A partir de ese descubrimiento empezó a escribir Flipper: “Era una necesidad no revelada para mi intelectualmente, pero que se fue materializando a medida que trabajaba en el texto -cuenta el escritor-; así que sí, tal vez, fue una necesidad acortar la distancia en la relación con mi viejo, y fue muy efectiva porque yo salí como purificado, reconciliado”.
El tiempo transcurrido también le permitió a Decarli manipular la trama, ficcionalizar, a través de un lenguaje despojado, directo, de oraciones cortas, y pocos personajes. El resultado de esta alquimia es un libro potente y valioso donde el amor del hijo hacia al padre no encuentra sus palabras ni sus momentos y deviene en hechos. Quizás por eso el autor dice: “Lo más real de la historia: mi vinculo con él, no está escrito”.
Cada capítulo de la novela tiene una cita, un indicio que funciona como el marco de una ventana donde apoyarse, abrir los vidrios y sentir como nace y transcurre el texto bajo esa influencia. La búsqueda de cada epígrafe le demanda al escritor tanto trabajo como la propia narración. Es más, Enrique considera que su novela está terminada cuando cada capítulo tiene la cita precisa. Una de ellas dice: “Escribir es usar la palabra como carnada, para pescar lo que no es palabra”, y esa frase, de Clarice Lispector, sirve de lumbre para desplegar Flipper.