Por Fernanda Vallejos | pre-candidata a primera Diputada Nacional por la Provincia de Buenos Aires – Unidad Ciudadana – July 02, 2017
Desde que Macri asumió, la desocupación volvió a hacerse carne de los argentinos. Nuevamente, el miedo a perder el trabajo se ubicó entre los principales motivos de angustia de nuestra sociedad. En todas las familias de nuestro país, algún integrante perdió su empleo o, si no fue un miembro de la familia, fue un amigo, un vecino, un conocido…
Los grandes números de la economía confirman la dolorosa realidad del trabajo en nuestro país: más de medio millón de personas han perdido su empleo en el primer año y medio de Cambiemos, ya sea registrado o informal.
En la provincia de Buenos Aires, la situación es dramática. Mientras la tasa de desocupación es de 9,2% en todo el territorio nacional, según el INDEC, en la provincia los números son todavía más alarmantes. En los partidos del Gran Buenos Aires, donde viven 12 millones de bonaerenses, la desocupación ¡supera los dos dígitos! y ya se ubica en 11,8%. También en Mar del Plata, donde el desempleo alcanza al 10,4%. Es decir, dos de los tres aglomerados urbanos con mayor desocupación del país están en nuestra provincia.
A pesar de que Macri prometió en septiembre de 2015 que durante su gobierno iba a «generar más de dos millones de puestos de trabajo”, la realidad muestra que fue una más de las estafas electorales de Cambiemos. Por el contrario, el gobierno de Cambiemos le amputó al Estado su obligación constitucional de defender el empleo y el salario justo. A tal punto que no sólo se multiplicaron los despidos y las suspensiones, sino que también están pasándola muy mal los que conservan su trabajo, porque el salario ya no les alcanza para llegar a fin de mes y atender las necesidades de la familia. Con una inflación descontrolada y cepo a los salarios, a tono con la obsesión del gobierno de «bajar el costo laboral», la capacidad de compra de los trabajadores se desmoronó.
En los partidos del Gran Buenos Aires (GBA) hay 640.000 bonaerenses desocupados. Otros 640.000 están subocupados, es decir que trabajan pocas horas por semana y tienen, por lo tanto, muy bajos ingresos. Por eso, la mayoría (más del 60%) de esos bonaerenses subocupados, están buscando otro trabajo para poder vivir. Además, 850.000 bonaerenses que residen en los partidos del GBA y que conservan sus empleos también buscan trabajo, porque con el que tienen no les alcanza para llegar a fin de mes.
La mayor parte de los despidos y suspensiones se dieron en la Industria, el sector que más fuentes de trabajo genera en nuestra economía. Es una muestra clara del abandono de Cambiemos sobre nuestra industria nacional que refleja el carácter desindustrializador del modelo que impulsa Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, desde la provincia de Buenos Aires, mientras se privilegia el negocio financiero por sobre la producción y el trabajo. Pero no sólo la Industria está sufriendo. Comercios y servicios también fueron afectados por la política económica del gobierno. Y en el mundo del trabajo informal, donde se desempeñan muchos trabajadores que pertenecen a los sectores más vulnerables, la caída se multiplica por tres. De hecho, según el Instituto Gino Germani de la UBA, estos trabajadores informales fueron, junto con los desocupados, los primeros en pasar a engrosar la nómina de nuevos pobres a partir de 2016.
El abandono de la industria, lastimada porque el consumo se achica mes a mes debilitando la demanda pero también porque tiene que hacer frente a los tarifazos de los servicios públicos mientras la avalancha de importaciones indiscriminada la devoran como un pacman, está haciendo vivir una pesadilla (o un deja vú de los ’90) a todas las ciudades que integran los cordones industriales de nuestra provincia. Zárate, mi ciudad natal, es un buen ejemplo. Pero sólo un ejemplo. La triste realidad se replica en todas partes.
«No podemos más», «No sé cómo vamos a seguir viviendo», «Esta realidad ya no se aguanta», son algunas de las expresiones más reiteradas por las personas que son víctimas del desempleo, la subocupación y la pérdida de poder de compra de los salarios. Son expresiones de una desesperación, un dolor y una desesperanza a la que la ciudadanía desea ponerle fin. Porque así no se puede seguir. Porque no merecemos vivir así, en la incertidumbre, en la angustia. Porque es injusto vivir así. Es preciso ponerle fin a estas políticas que están destruyendo la vida de millones de argentinos y de bonaerenses.
A contramano de las necesidades de la sociedad, el gobierno de Cambiemos trabaja en la segunda fase del ajuste, la del ajuste «brutal». Para eso, prepara nuevas leyes que obstruyan los aumentos salariales y favorezacn los despidos y la reducción de las indemnizaciones, imponiendo la precarización laboral a través de formas de contratación, como los “contratos basura” que ya existieron en los 90′. Frente a eso, la respuesta no puede ser tibia, tiene que ser clara y contundente. Hay que rechazar desde el Congreso nacional toda propuesta que atente contra el trabajo, el salario y los derechos de los trabajadores. No debe votarse ningún intento de flexibilización laboral y/o de violación de los convenios colectivos de trabajo. El derecho a paritarias libres debe ser reafirmado.
Hay que declarar la emergencia laboral, prohibir los despidos e impulsar un aumento de emergencia del salario mínimo vital y móvil. Esta última iniciativa no sólo mejorará la calidad de vida de los trabajadores beneficiados directamente, sino que tendrá efectos inmediatos en la salud de la economía: mejores salarios fortalecerán la demanda y el mercado interno, ayudando a reactivar una economía estancada y mejorando, por efecto de la reactivación, el estado de las cuentas públicas.