Por María Rachid
«Hace bastante que quiero comenzar a escribir y compartir algunas de mis experiencias sobre la maternidad. Quizás porque a mi me hubiera servido un montón leer sobre otras experiencias antes. Y no es que no haya páginas, perfiles y libros muy buenos sobre el tema sino porque me hubiera gustado descubrirlos antes. Y es que la gran campaña de marketing de la maternidad idealizada quizás nos hace pensar que ya lo sabemos todo y para lo que no, está el “instinto materno”. ¡Cuánta mentira organizada!
Creo que cuando me di cuenta del engaño, empecé una búsqueda de información donde me tocó pasar, como a muchas otras, por espacios del feminismo donde la maternidad es casi una forma de sometimiento en sí mismo y espacios sobre maternidad donde si no querés dar la teta sos una especie de monstruo que come bebés. Desde ahí es que me propongo compartir algunas ideas.
Siempre desconfié de mi deseo por la maternidad. La miraba -como quien mira a los ojos- y le decía: “Vos no sos de acá, a vos te trajeron, te plantaron, te instalaron por la fuerza, ¡decí la verdad!” Y mi deseo parecía responderme: “No se cómo llegué acá, no me acuerdo, fue hace mucho, pero ya estoy acá. ¿Ahora qué hacemos?”. En medio del debate entre deconstruir los mandatos del patriarcado y al mismo tiempo respetar e incluso reivindicar los más profundos deseos que ya tenían un lugar en mis sueños, se fue haciendo su lugar Camilo, lo más hermoso que me pasó en la vida.
No podría, aunque quisiera e incluso aunque aceptara, usar las frases hechas y los clichés de la maternidad más melosos del mundo, describir exactamente lo que significó concretar ese deseo, porque siento que debe ser el deseo que más alejado está de su propia realidad para bien y para mal.
Y con esto no quiero decir que no se puede ser feliz sin tener hijes. Es más, creo que muchas personas son y/o serían mucho más felices sin tenerles. Yo se que podría ser feliz sin Camilo. Pero no quiero y ahí es donde reconozco, por fin, ya con seguridad, mi deseo de maternar.
Pero no fue fácil. Ni reconocer ese deseo, ni el camino para concretarlo y mucho pero mucho menos fácil fue ser mamá estos 11 meses y medio de su vida. Creo que fue la tarea más dificil de mi vida. Nada de la maternidad es fácil. Nada. Lo primero que sentí con esto fue: ¿cómo nadie me lo dijo antes? Me sentí casi engañada. Ahí estaba otra vez el patriarcado tratando de confundirme, ¡y lo había logrado! Había generado en mi una idea romántica de la maternidad donde el amor todo lo convierte en disfrute y goce. ¡Mentira! El amor está, no lo voy a negar, el nuestro lo sentí instantáneo, apabullante, inmenso, como no había sentido nunca nada parecido antes. Se que a veces se va construyendo sobre la marcha y no creo que eso sea menos hermoso… Pero en todos los casos, nada de ese amor hace fácil la maternidad, ni placentero despertarse cinco veces todas las noches, o menos agobiante que alguien tenga tal dependencia absoluta y permanente que no puedas ni ir al baño sin elaborar un plan estratégico para lograrlo.
La maternidad -si es deseada- puede ser hermosa. Pero también es difícil, angustiante, compleja, extenuante. Y la sociedad -que parece empujar a las mujeres para que seamos madres- después, cuando lo logra- se desentiende. La sociedad, el Estado y a veces incluso la familia, están ausentes. Y de eso, hay que hablar.
Hay que hablar del deseo, correr los mandatos e imposiciones. Hay que resolver la situación del no deseo con el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. Y también, es imprescindible, hay que hablar de una política pública para las xaternidades, para un rol fundamental en la sociedad que es imposible llevar adelante en soledad de manera saludable, para les xadres y para les niñes».
María Rachid es Titular del Instituto contra la Discriminación de la Defensoría del Pueblo CABA, Secretaria General de la Federación Argentina LGBT y Profesora de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y del Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo. Fue Legisladora de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por el Frente para la Victoria, desde diciembre de 2011 hasta diciembre de 2015 y Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, Garantías y Antidiscriminación del Parlamento Porteño.
Del 2010 al 2011 fue Vicepresidenta del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Es una de las fundadoras de La Fulana, el espacio de mujeres lesbianas y bisexuales (en 1998) y la primera Presidenta de la Federación Argentina LGBT (en 2005). Es unx de lxs autorxs de la Ley de Matrimonio Igualitario, de Ley de Identidad de Género y de varias leyes que actualmente se debaten en el Congreso de la Nación Argentina, como la Ley Antidiscriminatoria.