Ya pasó más de un año desde que se inició la campaña Ni Una Menos. Hoy volvemos a reclamar, porque no vemos que haya políticas públicas para evitar los femicidios. Además tenemos que lamentar el cierre de programas nacionales de asistencia a las víctimas de violencia de género y que no haya planes ni acciones en ese sentido a nivel provincial.
La Argentina tiene hoy un presidente que no solo está vinculado con personajes como Raúl Martins, dueño de prostíbulos y acusado de trata de personas, sino también casado con una mujer denunciada por trabajar con talleres clandestinos que explotaban a niños y mujeres para abaratar los costos de sus prendas y continuar enriqueciéndose a costa del sufrimiento de los más vulnerables.
En la provincia, tenemos un gobernador misógino, que tiene un odio incontrolable contra una mujer negra, india, dirigente social, que cometió el error de concientizar a los pobres, a los negros, a las mujeres, de que tienen los mismos derechos que cualquier otra persona, incluido el mismo gobernador y su esposa. Hoy pago ese precio, encarcelada por una justicia que responde en forma directa a sus órdenes, en un Jujuy en donde han desparecido el estado de derecho y las garantías constitucionales.
No es un hecho aislado. Hoy latinoamerica está sufriendo la embestida contra mujeres que lideraron proyectos políticos que mejoraron las condiciones de millones de personas con la complicidad de una justicia patriarcal y un sistema de medios concentrado que responde al único interés de generar más riqueza y poder para ellos mismos. Por eso la condena judicial y mediática contra Cristina y contra Dilma en Brasil.
Desde las organizaciones sociales desde un primer momento trabajamos en la contención y en la reivindicación de la mujer como tal. El año pasado, cuando marchamos en Jujuy junto a decenas de organismos y distintos espacios en lo que fue la primer convocatoria de Ni Una Menos, decía que una de las tantas formas de violencia contra la mujer, más sutil que la física o la verbal, es la económica. Por eso, en las organizaciones sociales las mujeres comenzaron a tomar un protagonismo muy fuerte. El 80 % de los dirigentes de las Tupac Amaru son mujeres: en las cooperativas, en las fábricas, en varios lugares, trabajando de igual a igual con los hombres. Y esto les permitió poder vivir un poco mejor, tener la posibilidad de tener su tarjeta, de comprar las zapatillas para el hijo y que no tengan que depender de que el marido les de plata para darle de comer a los chicos. En las organizaciones sociales las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. Ya no vivimos en la época en la que las mujeres tienen que agachar la cabeza y estar esperando al marido con la comida caliente.
La violencia verbal duele mucho más que un golpe, daña psicológicamente. Pero las mujeres no tenemos que justificar ni que nos ataquen psicológicamente ni que nos levanten la mano. Nosotros tenemos muchas compañeras que al principio iban con la cabeza agachada y lloraban y uno le preguntaba por qué se dejaban pegar y ellas justificaban que las habían golpeado porque ellas tenían la culpa, porque no habían hecho la comida. Y en el hogar es la pareja la que se tiene que hacer cargo, no únicamente la mujer. Y hay que tomar conciencia para que de una vez la violencia se termine. Porque todos los femicidios tuvieron antes violencia verbal y golpes.
Compañeras. A continuar generando conciencia sobre nuestros derechos y reclamando que el Estado los garantice. Hoy sufrimos un grave retroceso institucional en términos democráticos. Pero nada es eterno. Las madres y abuelas nos han dado su ejemplo. Finalmente, la justicia llega. A no bajar los brazos. A seguir luchando.
MILAGRO SALA
DESDE EL PENAL DE MUJERES DE ALTO COMEDERO