*Por Carlos Raimundi, Secretario General del Partido SI
En mi visita al Penal de Alto Comedero, vi a Milagro Sala jugar al básquet y a las escondidas con sus nietos, con buena predisposición y estado físiCo, no digo perfecto porque nadie puede tenerlo luego de un año y pico de estar encarcelado, pero digno de ser destacado. La autoagresión que trascendió y que ella misma admitió fue producto de la condensación de una cantidad de hechos adversos que se sucedieron, entre ellos la negativa a recibirla de parte de la dirección del penal, sumado a acusaciones nuevas en su contra. En definitiva, son muy pocos los picos de tensión que tiene comparados con el grado de hostigamiento y el maltrato que recibe. Encontré a una persona muy entera, muy digna, muy lúcida. Es tal el grado de disputa de poder que está en juego, que el gobierno de Jujuy ha dispuesto dinero para incentivar a otras internas del penal a que la insulten, bajo la compensación de una reducción de condena. Hasta ese nivel llega el acoso y la presión que sufre.
Una de las cosas que hablamos con Milagro es sobre cómo nos quieren sacar de quicio. Lo relaciono con lo que sucedió el 7 de marzo pasado en Comodoro Py, cuando fue a declarar CFK. El despliegue policial de alto equipamiento que hubo allí era propio de la frontera árabe palestina, no de la citación judicial a una ex Presidenta. No es que ambas situaciones sean iguales, sólo quiero señalar el grado de provocación que se da en las dos. A quienes acompañamos ese día a la Presidenta, al principio no nos dejaban entrar al Juzgado y después no nos dejaban salir. Al igual que con Milagro, el objetivo es hacernos proceder de manera violenta para acusar después a la Cámpora, o decir que Milagro es una violenta.
Algo similar sucede cuando se naturalizan situaciones como las de aquellos periodistas del poder que anticipan fallos judiciales, o de quienes convierten un delito como la difusión de escuchas telefónicas en eje de un debate político. Se trata de una desmesura difícil de entender si no fuera por la magnitud de lo que está en juego: el escarmiento a toda experiencia popular que no se resigna y procura recuperar el gobierno. Y nos van a seguir provocando de esa manera. Por eso tenemos que ser muy firmes en todo lo que hagamos pero al mismo tiempo muy inteligentes y no hacer el juego a este tipo de provocaciones.
Milagro ha trascendido su dimensión personal, no porque ella lo busque sino porque la historia la ha puesto en ese lugar. Sectores de opinión cada vez más grandes de todo el mundo reclaman por ella; se ha transformado en un estandarte. Por eso ni ella ni nosotros podemos responder desde nuestros propios impulsos personales, por más justificados que estén. Sé que pedir esto es sumamente difícil; imaginemos que a una persona le pagan por insultarnos en la cara todo el día, lo cual tornaría muy difícil mantenernos en nuestros cabales. El problema es que Milagro ya es mucho más que su propia persona; la historia la ha situado en el centro de la disputa entre dos grandes modelos de sociedad.
De un lado, un modelo que -con las lógicas imperfecciones de toda experiencia humana- es inclusivo, igualitario, busca la justicia. Del otro lado, otro modelo que lo único que persigue es saquear el país. A ese nivel viene la disputa, y es por eso que se requiere mucho temple e inteligencia para afrontarla. Todo el temple que Milagro nos demuestra y nos inspira.
Milagro enfrenta formalmente varias causas judiciales, pero su detención responde a una causa fundamental, la causa popular. Cuando uno va a Jujuy y conoce las escuelas, el Instituto terciario, las viviendas, los centros de salud, el famoso parque acuático, se da cuenta de los niveles de dignidad a los cuales había llegado tanta gente humilde gracias a la obra de la Tupac Amaru liderada por Milagro Sala. La verdadera causa es que hay un odio de clase, es que hay un prejuicio atávico de la oligarquía, de los sectores ricos de este país –y de ciertos sectores medios también- que no toleran, no pueden perdonar que una persona pobre tenga acceso a esos niveles de instrucción, de salud, de esparcimiento.
El deterioro causado a la infraestructura del laboratorio de análisis clínicos es criminal. Ahí está la verdadera razón, la más profunda. Ni siquiera es Gerardo Morales el artífice de la situación; él es una referencia política importante en la provincia pero el poder real es de Carlos Blaquier, el dueño del Ingenio Ledesma, que históricamente fue el verdadero Estado dentro del Estado, porque fue el que manejó el Poder Judicial, el Legislativo, el económico. Porque fue el que delató a los trabajadores durante la dictadura. Una hegemonía que Milagro Sala desafió con otro modelo de construcción social que el poder no le perdona. Además, la pone como símbolo. Milagro representa la cercanía del Estado con el pueblo, representa organización popular, movilidad social ascendente, militancia. Por todos esos valores que representa había que hacer lo que se hizo con ella, había que intentar no sólo destruirla a ella y a su obra, sino además a todos esos símbolos.
Y se lo hace a través de los sectores dominantes del Poder Judicial, que no actúan en términos jurídicos sino como militantes políticos, sólo que en lugar de ejercer su militancia en un local partidario lo hacen en un buffet de abogados o en una oficina del Poder Judicial. Hay un trípode conformado por el poder financiero, el monopolio mediático y un sector importante del Poder Judicial que ejerce el poder real en la Argentina. Para ellos, los representantes políticos son figuras de cuarto orden, cuanto más débiles sean, mejor. Ellos necesitan dirigentes políticos con la endeblez, la precariedad intelectual que muestran a menudo el Presidente y sus ministros, cuando intentan sobreactuar un poder que realmente no tienen. Por eso les irrita la presencia de dirigentes políticos y sociales con la enjundia, el temperamento y el coraje de Cristina y Milagro Sala.