Silvina Gruppo: «Solemos ir en contra de nuestros propios deseos»

*Por Mariana Collante

Elsa, una mujer mayor, enviuda, y siente que esa situación la libera, y a la vez le enrostra sus carencias. Una vida entregada al sostenimiento de la familia la privó de su propia voz, de darle cuerpo a sus deseos, e inclusive de manejar dinero. La evocación del pasado –materia imprecisa de por sí- se mezcla con un presente en el que la protagonista comienza a sufrir sus primeros desvaríos. La trama toma muchísima fuerza con la incorporación de una segunda persona que interpela e intenta disciplinar a Elsa. Al lector le corresponderá desentrañar quién habla allí. Con estas premisas Silvina Gruppo trabajó la escritura de Oeste, su primera novela publicada por la editorial Conejos, que desde La Garcia Cultura recomendamos con efusividad.

La García (LG): -¿Qué te impulsó a escribir Oeste?

Silvina Gruppo (SG): -Me encontré con una amiga que me contó una anécdota, y no me la podía sacar de la cabeza. Esa imagen me persiguió  mucho tiempo y para poder contar esa imagen tuve que escribir toda la novela. Los personajes y los narradores se fueron construyendo en el camino. Tenía el final, tenía la otra orilla.

LG: -En la novela se intercalan la tercera persona, y la segunda. ¿Por qué tomaste esa decisión?

SG: -Inicialmente había escrito toda la novela en tercera persona, donde se iba intercalando el pasado y el presente del personaje, pero tanto pasado me empezó a resultar aburrido de escribir y suponía que eso también le iba a pasar al lector. Yo doy por hecho que lo que siento al escribir le pasa a quien lee.  Entonces, me pregunté qué recurso podía utilizar en el texto para `hacer’ aparecer la cuestión imperativa, y ahí surgió la segunda persona para decirle a la protagonista: ‘acordate’, ‘fíjate’. Esa segunda persona hace una especie de ‘puesta en abismo’ del mandato porque está sobre todo en el pasado del personaje y la tercera funciona más en el presente. Tenía 70 páginas escritas y cuando me di cuenta que iba por ahí, la empecé  a escribir de nuevo.

LG: -En el texto hay una segunda, una tercera y falta la primera persona. 

SG: -Lo que me pareció importante en la construcción de Elsa, era que no se pudiera enunciar en primera persona: ‘Yo quiero’, ‘yo hago’, se reemplaza por ‘ella hace’ o ‘vos hacé’. La falta de la primera persona es una decisión política y estética. Es un personaje que no puede enunciarse a sí misma, es una persona hablada, mandada por los demás. Es parte de una generación de mujeres. Si bien la tercera focaliza en los pensamientos de la protagonista, y la segunda podría interpretarse como una voz de la conciencia, del pasado o de la memoria que ya no tiene.

LG: –Oeste se inicia en el velorio del marido de la protagonista. Es una ausencia que está presente en toda la novela.

SG: -El marido amanece muerto en el primer capítulo, pero para ella no es solamente el marido sino una figura de sanción: ‘si me viera no le gustaría’, ‘pensaría que estoy haciendo mal’ pero ya está muerto. Ya está.

LG: -En la juventud de Elsa se insinúa un malestar con respecto al orden establecido. 

SG: -Ella se pregunta: ¿hasta que la muerte nos separe? ¿Cuándo? Y cuando la muerte del marido ocurre, esa especie de libertad que añoraba, en el presente es amarga; ya es tarde, ya pasó el tren.

LG: -El deseo en la protagonista ni siquiera se termina de configurar.

SG: -El deseo que no se concreta no es algo asociado al patriarcado, o  a la vejez, excede esos temas. Enfrentarse con el propio deseo es difícil, por un lado no podes enfrentarte por los mandatos y por otro lado solemos corrernos de nuestro propio deseo, jugarnos en contra, ir al revés. El deseo asusta. Si yo el texto lo encaraba desde los condicionamientos externos podía caer en algo panfletario. ¿La falta de concreción de los deseos tiene que ver el patriarcado? Sí, pero también Elsa está llena de contradicciones.

LG: -¿Esas contradicciones aparecen en la relación con sus hijos?

SG: -El divorcio de la hija le parece un escándalo, la gordura de la hija le parece un escándalo. Hay una relación complicada con la hija por las decisiones que toma, pero con el hijo no. Él le resuelve cosas con dinero, nada más.  El vínculo de la protagonista con el dinero me interesaba mucho. Cuando ella era chica y empezaba a trabajar la madre le maneja el dinero, después el marido es el que trabaja en la casa, el que paga las cosas, y luego los hijos cobran su pensión. El no manejar dinero habla de las relaciones sociales, regula, hay un manejo de la libertad. Es una violencia velada.

LG: -La historia de Elsa puede ser leída como una historia del patriarcado, más allá de todos los elementos que tiene la novela. 

SG: -En Oeste hay otros modelos de mujer, mujeres que tomaron otros caminos, pero Elsa no, es un rejunte de muchas viejas que conocí, y que conozco.

LG: -Tu hija que ahora es chiquita qué dirá cuando lea Oeste.

SG: -En clases hablábamos de la palabra planchar, y las chicas más jóvenes no podían creer que uno de sus usos describía la situación de una mujer que no era sacada a bailar,  si los tipos no la sacaba a bailar una mujer se quedaba sentada, es decir, ‘planchando’ toda la noche. No podían creer que no salieran a bailar igual. Mi hija cuando lea la novela va a decir: ¿Cómo? ¿Esto era así?

Fragmento de la novela Oeste de Silvina Gruppo –escritora y docente universitaria-

“Entre jadeos, con todo el esfuerzo de la rodilla mala y el dolor de los pies, se levanta y lo toca, así, con un dedo nomás, como si quisiera saber de qué está hecho. No termina de reconocerle la cara y por la piel tan fría le parece un muñeco que ni siquiera tiene el mérito de parecer al original, al verdadero, al que ayer estaba vivo y se quejaba de que el burlete flojo de la ventana ponía el viento a chiflar. No se parece al que chistaba shhh que estoy escuchando el informativo, hacé el favor, ni al que cada dos por tres perdía los anteojos y le reclama dónde se los había escondido. Alcanzame, traeme, poneme, vení, llevá, cállate. No, no se parece. Este tiene una cara distinta, chupada, dura, amarilla. Si en lugar de estar en su velorio estuviera en un museo de cera, la pieza sería una réplica pobre.

Elsa se sienta, tiene miedo de que le quede grabada esta cara y ya no pueda acordarse de la otra. Busca en la carterita una foto del que agarró a último momento antes de salir. Es que en el nicho de su madre hay un portarretratos amurado al mármol y, por si acaso el de Horacio fuera igual, estará preparada, no lo va dejar vacío. Quién sabe cuándo pueda volver al cementerio, es lejos, si no la llevan, no va a andar viajando sola. Será hoy o nunca. Mira la foto y la cara que está en el papel se parece más a Horacio que el propio Horacio que tiene al lado, muerto en el cajón.”