Por Pablo Aro Geraldes
El dictador Augusto Pinochet y el presidente Sebastián Piñera son dos rostros fácilmente reconocibles del poder de la derecha chilena. El general usurpó en poder en 1973 y lo mantuvo a fuerza de desapariciones, torturas y apoyo estadounidense hasta 1989. El actual mandatario atraviesa su segundo período desde marzo de 2018, luego de una primera presidencia entre 2010-2014.
Pero en ambas fotos que ilustran este posteo se los ve secundados por un personaje no tan conocido fuera de Chile: Andrés Chadwick Piñera, el hilo conductor. Nacido en 1956, durante los últimos años de su adolescencia cimentó su pensamiento adhiriendo a la dictadura de Pinochet, tanto que en 1979 el propio Pinochet lo designó como presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica. Dos años después presidió el derechista Frente Juvenil de Unidad Nacional. En esos años ‘80 se consolidó como miembro de la comisión legislativa de la Junta Militar de Gobierno y fiscal del Ministerio de Planificación Nacional. Terminada la dictadura, continuó su carrera política en la Unión Demócrata Independiente (UDI), refugio “democrático” de los adherentes a la dictadura, partido con el que fue jefe de bancada, como diputado entre 1990 y 1998. Es más: integró la comisión de Derechos Humanos, Nacionalidad y Ciudadanía. En el ‘98 pasó a la cámara de senadores donde siguió formando parte de la comisión de Derechos Humanos y en 2006 fue reelegido para otros ocho años, pero en julio de 2011 dejó su cargo para asumir como ministro secretario general de Gobierno de su primo Sebastián Piñera.
El presidente había llegado al Palacio de la Moneda el año anterior con el cartel de empresario exitoso de la construcción, negocios inmobiliarios, bancarios, supermercados, telecomunicaciones y líneas aéreas, pero alcanzó la popularidad cuando en 2006 se convirtió en el mayor accionista individual de “Blanco y Negro”, empresa controladora del club Colo-Colo. Se miraba en el espejo boquense de su par Mauricio Macri. Y al igual que el argentino, la construcción de su fortuna está salpicada de incontables hechos oscuros: fraude, una orden de prisión no cumplida por profugarse, zafar merced a “favores” judiciales (su hermano José Piñera fue ministro de la dictadura), quiebra de banco, negocios turbios con tarjetas de crédito (llegó a controlar el 87 % del mercado hacia los años finales de Pinochet en el gobierno).
Pero volvamos al hombre de las dos fotos. El primo. En 2012 asumió como ministro del Interior y Seguridad Pública. Desde marzo de 2018 es de nuevo ministro del Interior, en el segundo mandato de Piñera.
Ante las protestas por el aumento del transporte que derivó en los hechos conocidos que hoy enlutan a Chile, el presidente señaló: “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie”. Desde su rol estratégico en el control de los Carabineros y en la represión, Chadwick siguió la misma línea y justificó: “El Presidente ha señalado una expresión que demuestra la autoridad, la decisión, con la cual nosotros como Gobierno queremos combatir ese vandalismo y dar tranquilidad y seguridad a toda la ciudadanía”. “La guerra, lamentablemente la está haciendo a través de a violencia aquellos grupos vandálicos”, señaló, en un tono argumental que recuerda al de Patricia Bullrich.
A un lado y otro de la cordillera, el discurso es el mismo. Desde su cuenta de Twitter @andreschadwickp, el ministro parece usar el mismo manual, con las mismas palabras y la misma construcción de un enemigo: “Continuamos trabajando en conjunto para cuidar nuestras fronteras del narcotráfico y crimen organizado. Hoy estuvimos en #Arica en una nueva reunión de #MacroZonaNorte Además revisamos decomiso de + de 700 mil cajetillas de cigarros como una muestra de esta labor colaborativa”, publicó el 12 de octubre.
Cuando los gobernantes de la derecha continental se regodean hablando del “modelo chileno” solamente aluden a la bonanza macroeconómica que bien lejos está de reflejarse en una justa distribución de la riqueza y, mucho menos, en algún principio de justicia social. El “modelo chileno” es el negocio de unos pocos, que lucran con la salud, la educación y las jubilaciones de 19 millones. Un modelo que tiene a las militarizadas fuerzas policiales (Carabineros) como brazo armado para proteger los privilegios de la clase dominante en contra del pueblo, como lo ratifica cada una de las crueles y dolorosas imágenes que llegan estos días.
Ese “modelo chileno” tiene la piedra fundamental en la dictadura de Pinochet y llega hasta hoy camuflado con el cartón pintado del marketing de la posverdad. Atrás del gobierno está el mismo poder. Aunque a veces, como con estas dos fotos, al truco se le noten los hilos.