Cada vez son más los inquilinos que deben abandonar su vivienda por falta de pago. Según un informe de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, se registra un notable incremento de personas que dejan los inmuebles por razones económicas y más de la mitad gastan la mayor parte de sus ingresos en el alquiler. El coordinador del Programa de Atención a Inquilinos (PAI) de la Defensoría, Fernando Muñoz, afirmó que “con ingresos familiares inferiores a 27.000 pesos, es imposible vivir dignamente pagando alquileres de dos ambientes que superan los 14.000 pesos”.
. “Son familias que se mudan a departamentos más pequeños y alejados, que cambian a sus hijos de colegio y se distancian más del trabajo. Son jóvenes que ven frustrados sus proyectos de vida, volviendo a casa de sus padres y esperando a mejorar su situación económica para emprender nuevamente su camino. Son adultos mayores que, en el mejor de los casos, pueden mudarse a casa de sus hijos y en muchos otros, deben alquilar habitaciones derruidas en hoteles familiares, viviendo en condiciones incompatibles con su estado de salud. También están aquellos que ya vivían una situación desesperante y actualmente se ven empujados a opciones de vivienda inhumanas o directamente a la calle. Para los que permanecen en las viviendas que alquilan, la situación tampoco es fácil: el dinero que les queda es de subsistencia y los convierte en hogares pobres en barrios de clase media”, indicó el funcionario.
Los datos de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad indican que un departamento de un ambiente tiene un precio promedio de $10.410, uno de dos ambientes vale $ 13.953 y uno de tres ambientes, $ 20.362. Según la Defensoría, «el 30% de los porteños tiene ingresos menores a $ 15.000; el 50% tiene ingresos menores a $ 20.000; el 60% tiene ingresos menores a $ 25.000; y el 80% tiene ingresos menores a $ 35.000».
“Con precios que rondan los diez mil pesos para monoambientes y más de trece para dos ambientes, no sorprende el aumento en la cantidad de inquilinos que se acercan para rescindir su contrato de alquiler. Esto implica empeorar las condiciones de vida, con tal de no acumular deudas y evitar conflictos con locadores o garantes”, afirmó Muñoz.
Y agregó: “en la ciudad de mayor cantidad de viviendas vacías, se está produciendo una desbordante situación de convivencia forzada: jóvenes que comparten habitaciones, hoteles familiares colmados, adultos mayores que son recibidos en viviendas de familiares; y una demanda cada vez más amplia que es recibida por propietarios que alquilan habitaciones en su propia vivienda”.